domingo, 24 de julio de 2011

Big Fish

       Nemo fue un gran pez. Traído desde las lejanas aguas del Amazonas donde fueron necesarios 50 hombres para atraparlo. Era un pez fuerte, inteligente y esas palabras como perspicaz que nadie sabe que significan, pero quedan lindas al describir a algo o a alguien.
       Cuando lo vi por primera vez lo quise al instante. Nemo llegó al Chaco en un transatlántico que atravesó el Río Negro, era parte de una nueva atracción de un circo, de esos circos horribles en donde todo parece estar carcomido, hasta las personas.
       El talento de Nemo no residía en algún aspecto físico, en eso era igual a cualquier otro pez, lo importante de Nemo era su intelecto. 50 hombres fueron necesarios porque él era más inteligente que todos ellos juntos. Por sí mismo Nemo podía tramar estrategias, jugar partidos de ajedrez y comunicarse con los humanos. En eso último estaba su brillo, su talento: Nemo podía hablar con cualquier ser humano.
       Dando vueltas en el agua, cual abeja con su danza para marcar las flores, Nemo nos contaba historias.   Nos contaba como conoció a un pez ángel, que era tan hermoso que pedía a los otros peses dinero para verlo, pero su codicia lo llevó a ser el pez más engreído y horrible por dentro. Lo exterior era una carcasa en la que se ocultaba el pez más feo del mundo.
        Nos contaba también el encuentro con una tortuga tan vieja, que ya no sabía su propio nombre y que pedía que la llamen simplemente: "vieja". Vieja conoció miles de lugares, navegó por casi todos los canales, recorrió los mares más helados, y pasó todas esas historias a nuestro buen amigo Nemo.
       ¿Cuándo entro yo en la historia? Un día tuve que ir obligadamente a ese horrible circo en el que Nemo estaba como atracción. En ese entonces no se llamaba Nemo, sino: "El pez más inteligente de las aguas del mundo" o algo así. Como me referí antes, fue amor a primera vista. Quedé encantado por sus colores naranjas que rebozaban de alegría, pero luego noté algo: Nemo estaba triste. Sus colores alegraban a todo el mundo, pero él estaba enjaulado, atrapado, con ansias de nadar en una pileta más grande.
        Solo me faltaba una excusa para poder tenerlo, y la feria de ciencias del colegio era la ideal.   Usé los poderes de ricachón de mi padre el ricachón, y con una suma de 20000000000000000000000000000000000000000000000... y más ceros, pude tenerlo.
        En la feria de ciencias, Nemo era el centro de la atención, el me miraba con cara extrañada, porque lo trajeron en una simple bolsa con agua, pero a mi no me importaba, yo le sonreía y le pedía que nos cuente sus historias. Allí nos contó sobre el pez que trabajaba todas las mañanas vendiendo noticias, a la espera de que algún día pueda salir de su fea condición, y entonces Nemo sacaba la gran moraleja de esa historia: "El pez trabajaba siempre con una sonrisa" en sus propias palabras, o mejor dicho, danzas.
       Un chico de mi curso, celoso, lo puso en agua con cloro. Aterrado busqué ayuda de la mestra, que me ignoró y solo me dijo: "Es tu culpa". No pude haber odiado más a esa maestra en mi vida, yo solo pude salvar a Nemo usando el "Oxigenador 3000", y el "Deshace cloro de más de 8000". Nemo siempre me agradeció ese gesto. Y ese día lo nombré Nemo, en honor a la película de Disney (aunque para mí Nemo siempre fue mejor que el Nemo de Disney)
       Cuando lo llevamos a mi casa Nemo fue trasladado a una gran especie de jarra o algo así, de mi tatarabuela. No tenía todos esos productos que usan las peceras ni esos tubitos que necesitaría cualquier pez, ya que Nemo no era cualquier pez. Recuerdo que una vez cuando queríamos lavar su pecera, Nemo estaba tan descontento con  la idea (porque era un inteligente y sucio pez) que saltó de la pecera a la pileta de la cocina y empezó a saltar en protesta. Inmediatamente lo pusimos en la pecera de nuevo, sin lavarla.
       Con el paso de los días, nos dimos cuenta que Nemo era un pez viejo, le costaba más nadar y tenía menos intereses en comer. Todos sabíamos que iba a llegar el día en que teníamos que dejarlo devuelta en el mar para revitalizarlo, pero nadie quería que Nemo se nos fuera. Hasta aquel día.
       Siempre llamé a Nemo a la hora de comer, dandole golpecitos a su pecera con el dedo, a los que el respondía inmediatamente. Ese día, los golpes en la pecera, eran para que nade. Nemo estaba postrado en el fondo de la pecera. Estaba tirado, el quería resistir, pero su cuerpo no lo dejaba. Aleteaba para poder moverse, y a duras penas respondía a mis golpecitos.
       Con lágrimas en los ojos lo llevamos al río (que iba a desembocar en algún mar), Nos despedimos como los buenos amigos que eramos, y Nemo partió hacia el río, dejando detrás un sendero naranja.



       La verdad puede ser decorada para que sea más linda. Dicen que cuando alguien muere, es la mejor persona del mundo, Nemo fue el mejor pez del mundo vivo o muerto, y mi primer mascota. Si quieren leer los hechos "objetivos" lean solo las frases en negritas (o blanquita por mi blog) y decidan cual historia es mejor. Lo real es que Nemo fue un gran pez, y al poco tiempo de morir, flores naranjas florecieron, recordándome todos los días que iba al colegio, a mi pequeño pez naranja.


       Así que aprendan de la historia de Nemo, Nemo nunca siguió la corriente y fue como otros peces, hasta el último día trató de nadar en contra de todo. Ahora, Nemo quedo imortalizado. Para mí siempre fue inmortal, pero ahora también es inmortal para ustedes
       

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