lunes, 16 de mayo de 2011

Normal y natural

  Cristina era una chica normal, normal para su isla. Estaba vestida siempre con su vestido blanco barroco normal, vivía con su familia en ese islote con forma de acantilado, en donde todo era un pantano. Su normal familia estaba compuesta por su padre normal, su hermano normal, su abuela normal y una persona que había llegado hace poco de la ciudad. 
  
  Como todo día, Cristina estaba cenando con su familia, al terminar, como todos los días, fueron a dar un paseo normal por el pantano nocturno. Todo iba bien y normal hasta que Cristina se dió cuenta de que no estaba con su familia. Al darse vuelta solo veía agua pantanosa, plantas pantanosas, ruidos pantanosos (lo normal), pero no veía a su familia. Comenzó a asustarse (lo que ocurre normalmente cuando uno no ve a su familia en un paseo familiar) y corrió. Atravesó desesperadamente todo el pantano, sin rastros de su familia normal, comenzó a horrorizarse cuando parecía que el pantano que ella conocía como la palma de su mano se iba convirtiendo en algo extraño y tenebroso. 
  
  Entonces apareció. Su miedo más profundo, su pesadilla mas temida, su pesadilla más profunda y su miedo más temido se había mostrado en frente de sus ojos. Una marioneta de madera sin hilos y musgosa, del tamaño de un hombre adulto (medidas normales, claro), que en vez de cara, tenía la máscara más fea que se podía imaginar y con una hoz de arma. El mismo monstruo de aquel día en que todos la tomaron por loca, cuando nadie le creyó que esa monstruosidad había matado a su madre.
  
  Cristina gritó, corrió, se desesperó, todas las cosas normales que hace uno cuando es perseguido por una marioneta horrible pero en pretérito perfecto simple (un tiempo verbal normal), hasta que chocó con algo y todo se transformó: El pantano era el pantano normal que conocía, ningún monstruo la perseguía y al levantar la vista Cristina se dio cuenta de que había chocado con su padre . Toda su famila (y el hombre que llegó de la ciudad) la miraban estupefactos. Otra vez Cristina parecía loca, nadie creyó que la estaba persiguiendo el monstruo. Su padre la miró fijamente y con un tono serio dijo: "Ni la medicina de la abuela puede hacer algo con tu salud, vamos a tener que llevarte a la ciudad"
  Cristina tubo que ser una actriz profesional en ese momento, aunque estaba aterrorizada por lo que le había pasado, y la noticia de su padre tendría que haber acentuado más ese sentimiento, Cristina se esforzó muchísimo para no esbozar una sonrisa. Por fin iba a conocer la ciudad y encima se iba a alejar del monstruo.  
  Todo parecía perfecto.
  Y así embarcaron en el pequeño bote familar normal. Cristina, su padre, su hermano y el señor que vino de la ciudad. La abuela se quedaría cuidando la cabaña familiar.
  Cristina quedó asombrada cuando empezó a ver rastros de la ciudad. Para ella no era nada normal lo que comenzó a observar. Como para mí la ciudad ya es conocida, podré describírsela mejor que nadie.
  
  Lo primero que observó Cristina son islotes de asflato, con rascacielos, o automóviles flotando en el mar. Es a lo que me refieró con rastros de ciudad, la ciudad es una isla, que no tiene playa como las ciudades marítimas extrañas en las que viven ustedes, sino asfalto, el asfalto comienza ni bien termina el mar.     Rascacielos gigantes se elevan en esa isla, formando 2 caminos. Y antes de comenzar el asfalto, es decir, en el mar Cristina pudo divisar 3 personas, un señor parecido al señor que vino de la ciudad, una señorita parecida al señor que vino de la ciudad pero con vestido barroco, y un niño parecido al señor que vino de la ciudad y por lo tanto parecido al señor parecido al señor que vino de la ciudad, pero más chiquito y con boina.
   
  Cuando llegaron el señor que vino de la ciudad comenzó a hablar en idiomas desconocidos para Cristina con las 3 personas. Al terminar de hablar el señor que vino de la ciudad tradujo lo que habló con las personas al idioma que conocía Cristina y se los comentó. Les dijo que esos 2 caminos que formaban los rasacielos eran los 2 sectores de la ciudad. El sector de golosinas a la izquierda, repleto de locales de variados colores con todas las golosinas inventadas por el hombre normal y a la derecha el sector de las máquinas, gris y aburrido. Dijo que para sanar a Cristina deberían ir al sector de las máquinas.
  
  Dirigiéndose por el camino derecho, Cristina observaba las caras aburridas de los señores del sector de las maquinas, y las comparaba con la de los niños felices del sector de las golosinas. Ah! Me había olvidado. Cristina siempre llevaba consigo un globo rojo, es tan normal y obvio que olvidé por completo que ustedes no lo pueden saber. Mientras caminaban por el sector de las máquinas, Cristina se asombró al ver a chicos con globos en un local parecido al de las golosinas, al parecer se había colado uno en el sector de las máquinas. Sin importarle las advertencias de su padre y el señor que vino de la ciudad, Cristina tomó a su hermano de la mano y corrieron al local. 
  Cuando llegaron se asombraron de todas las golosinas que había y Cristina quiso comer lo que ustedes los extraños llaman bombón, Cristina se preguntaba que tendría que hacer para obtener ese bombón, y pudo divisar un cartel que tenía dibujado 20 bombones, un  signo igual y un globo, en ese orden. Lo que Cristina interpretó como, si doy mi globo, el señor me va a dar 20 bombones, pero Cristina no podía dejar ese globo, era el último globo que quedó de los 10 globos que se le escaparon cuando Cristina vió horrorizada como el monstruo mataba a su madre. Al parecer ese globo rojo suyo era importante allí también, ya que un chico con idiomas que ella no entendía, parecía quererle cambiar su globo por uno amarillo 3 veces más grande que el de ella. Hasta el vendedor parecía ofrecerle más cosas por ese globo. Sin embargo Cristina se rehusó y se dirigió con su hermano hacia su padre y el señor que vino de la ciudad.
  
  Mientrás seguían caminado y su padre la seguía reprochando (un acto normal cuando te escapás de tu padre para ir a canjear bombones por globos), Cristina quedo hipnotizada al escuchar por adentro de una casa vieja y vacía, en una esquina, a un cantante triste que cantaba lo que ustedes las personas extrañas y no normales llaman tango. Todo el mundo que estaba cerca de Cristina desapareció y solo existían el hombre, la casa, Cristina y esa triste melodía en otro idioma.
  
  Ahí debe terminar mi relato, o tal vez no. Si sigue lo va a determinar solo el sueño. Mientras, ustedes deberían hacer sus cosas extrañas y no normales, en su vida no cotidiana, en su mundo extraño y no normal, con otras personas no normales y extrañas.


 
 

2 comentarios:

  1. ¿POr quéel globo eras tan valioso? No se vale, quiero saber.

    Más que precioso y la imagen al final me encantó.

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  2. http://www.facebook.com/luisibarrola.runaj/posts/313577418686424

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