Hipocresía

La última persona del mundo no es hombre ni mujer, no es alta ni baja, gorda ni flaca, ignorante ni inteligente, linda ni fea, blanca o negra, limpia ni sucia, feliz o infeliz.
La última persona del mundo no tiene nadie con quién compararse, es un fruto maduro que se cayó de su árbol y busca desesperadamente sus raíces para poder vivir.
Escava para buscarlas y encuentra huesos y libros, los fantasmas de sus antepasados lo atormentan en vida y nunca va a terminar de leer todos los escritos que encuentra.
Guarda los cadáveres en un cementerio para volver a ellos por culpa y los libros en una biblioteca para sentirse inteligente aunque sabe que no descubrió nada nuevo.
La última persona del mundo agradece serla, desea fervientemente en que el último vestigio del hombre desaparezca con él. Odia tener humanidad, quiere volver a la naturaleza pero sólo encuentra escombros y tierra, nada de vida.
Quiere dejar un mensaje para el futuro pero no sabe en que idioma dejarlo, porque sólo sabe un idioma, el idioma que borró los otros idiomas, y no quiere dejar a los seres del futuro la maldición que conlleva la última lengua del hombre.
Todas las noches el último ser humano observa las estrellas y ve el último brillo de vida, pero le es inalcanzable.  Se traga sus lágrimas, el agua más dulce que tiene y sueña con un pasado mejor.

Esto no está muy lejano de nosotros, esto somos nosotros:
Estamos tan comunicados que estamos solos, buscamos diferenciarnos tanto que no nos identificamos con nada y no tenemos identidad, anhelamos el pasado y el futuro pero despreciamos el presente, nos creemos la especie más desarrollada y le atribuimos características humanas a las mascotas para no sentirnos solos, vivimos investigando para darnos cuenta que todo es en vano ya que vamos a morir sin importar lo que hagamos.

El hombre es raro, creó la palabra hipócrita cuando esta no tiene sentido.
La palabra hipocresía es hipócrita, todo lo que hacemos es hipócrita: el sol da sombra y el frío nos quema.